lunes, 29 de agosto de 2011

Capitulo 2 - VII

El grupo decidió comer y dormir en la seguridad del campamento antes de dirigirse de nuevo a la ciudad, pues les esperaba una larga caminata y el día había sido largo y arduo.

Así pues, con el estómago lleno y tras un merecido descanso, a la mañana siguiente se encaminaron hacia Caer-Cornwell, evitando campos, siguiendo el camino para viajar más cómodamente a la luz del día.
No tuvieron mayores inconvenientes en su trayecto, ya que tan solo se cruzaron con algunos transeuntes y, gracias a la aguda vista de Gennal, detectaron una emboscada de unos rateros en un pequeño bosquecillo que atravesaba el camino y decidieron bordear para ahorrarse problemas.

Una vez que estuvieron de nuevo en la ciudad, comenzaron a buscar los componentes para el ritual que Irelian les había encargado, aunque no tardaron en darse cuenta, tras hablar con un par de mercaderes, de que algunos no los encontrarían en el mercado del puerto y, los pocos que había, tenían su precio inflado hasta cantidades desorbitadas.

Así pues, vieron que sólo les quedaba una opción, entrar en la ciudad, y para ello fueron a reunirse con Meñique, el pequeño personaje más parecido a una rata que a un hombre que se había puesto en contacto con Pesk.
Dar con él no resultó complicado, puesto que estaba exactamente donde le había dicho al paladín que estaría, y al ver al grupo se dibujó en su cara una amarilla y taimada sonrisa.
Tras saludarlos y hablar unos minutos con ellos, acabó su jarra de cerveza de un trago y se los llevó de la posada dándoles dos opciones, reunirse con un rico mercader aunque de reputación algo dudosa, o con el representante de un gremio de la ciudad. Los compañeros trataron el tema durante unos minutos, y finalmente decidieron ir a hablar con el gremio, aunque no se esperaban exactamente lo que vieron.

Meñique les condujo por las húmedas y hediondas calles del puerto hasta llegar a un pequeño callejón donde reinaban la oscuridad, las putas de mala calidad y los rateros. Lo atravesaron sin ser molestados y se adentraron en una desvencijada puerta a punto de caerse. Dentro, en una estancia en la que la vista se perdía en la oscuridad, tan sólo eran visibles a la tenue luz de un candelabro una mesa, con una silla en frente y una mujer sentada en ella bebiendo de una jarra.

- ¿Éstos son Meñique? ¿Estás seguro de que valdrán?

- Totalmente señora - Esperó hasta que la mujer depositó unas monedas en su mano y salió por donde había venido, dejando a los aventureros solos con la mujer, o eso parecía. -

- Acercaos, acercaos. Mi nombre es Eneah, supongo que Meñique no os habrá contado mis condiciones, ¿verdad?

Se acercaron a la mesa, fijaron su mirada en la mujer. No cabía duda de que era semielfa y no hacía nada por disimular su ascendencia. Si bien no era anciana, ya había dejado atrás la insensatez de la juventud y en todo su cuerpo era palpable el peso de la experiencia en su ámbito.

- No, no nos dijo nada - Contestó Kraegger -

- Bien, bien. Veréis, represento al gremio "El Paso Seguro", y nos encargamos básicamente de que las mercancías lleguen a donde deben estar. El trato que os ofrezco es simple y lleno de ventajas. Ayudadme a conseguir mercancías y dárselas a quien las necesita, demostradme que sois válidos realizando exitosamente tres trabajitos, trabajad para mí durante un año entero y no sólo tendréis asegurado el pase a la ciudad durante ese tiempo, sino que podréis gozar de todas las comodidades y ventajas que mi gremio puede ofreceros. Habladlo entre vosotros y dadme una respuesta.

Los compañeros se apartaron lejos de los oidos de Eneah y discutieron el tema en susurros.

- Son un atajo de ladrones, no podemos unirnos a ellos - Dijo Gennal -

- ¿Porqué no? ¿A caso te da miedo? Hagamoslo - Opinó la gutural voz de Kraegger el semiorco-

- No es el miedo lo que detiene a Gennal, sino su honor. Son ladrones y traficantes, escoria. Yo estoy con él, no podemos rebajarnos a tales servicios tan deshonestos - La seriedad en la voz de Pesk dejaba claro que no pensaba cambiar de opinión -

- ¿Pero es que no lo veis? No son ladrones y traficantes, son justicieros. ¿No habéis visto el abuso de las pobres gentes que reina en los mercados del puerto? Ellos dan una solución a ésto, es lo que buscan, ¿y quienes somos nosotros para negar ese auxilio a esta pobre gente? Debemos unirnos a ellos -La interpretación de Mchagis de la situación cogió por sorpresa a sus compañeros. Kraegger disimuló una media sonrisa dándose cuenta de las intenciones del elfo, mientras que el paladín y el explorador se miraron entre sí, y volvieron a mirar al druida -

- Visto de esa manera....sería deshonroso no unirnos a ellos. Estoy de acuerdo -Dijo Pesk-

- Tienes razón, debemos hacer todo lo posible por ayudar a esta pobre gente - Accedió también Gennal.

- Muy bien, todo decidido, vamos a decirle que sí y que nos encomiende esos trabajitos para empezar con nuestras buenas obras - Concluyó Mchagis feliz mientras se encaminaba a la mesa que ocupaba Eneah -

Capitulo 2 - VI

Una vez recibidas las instrucciones y tras aclarar algunos puntos con las pertinentes respuestas, los compañeros se decidieron a volver a la ciudad, pero Mchagis pidió encontrarse a solas unos minutos con Irelian para tratar temas personales.

- Y bien joven druida, ¿que puedes desear de mi?

- No me andaré con rodeos, mi pueblo muere. Una terrible maldición asola mis tierras y acaba con todo. Se me envió a estas islas en busca de una fracción de un poderoso artefacto de la antigüedad que, según la leyenda, podrá poner fin a nuestro sufrimiento. Pregunté a la poderosa Azyna al respecto y me dijo que tú podrías guiarme.

Irelian permaneció en silencio durante unos instantes, concentrada. Cerró los ojos mientras parecia reflexionar, rebuscando con su mente en recuerdos tan antiguos que difícilmente podían ser desempolvados. Finalmente, pareció volver a la estancia en que se encontraban y dijo:

- Efectivamente, creo saber a qué te refieres y tienes mucha suerte, pues el medallón que portáis es el objeto que necesitas, pero será inútil hasta que lo hayais llevado, como he dicho, a las ruinas de Netheril. Después, será todo tuyo y podrás salvar a tu pueblo.

La alegría, sorpresa y gratitud se reflejaron en la cara del druida en forma de unas pequeñas lágrimas que retiró rápidamente con el dorso de su mano.

- Muchas gracias Irelian, así será pues.

Y sin más dilación, abandonó la tienda para reunirse con sus compañeros, dejando a Irelian sola con sus pensamientos...

domingo, 28 de agosto de 2011

Capítulo 2 - V



La choza en la que vivía Irelian era pequeña y discreta,de forma redondeada, hecha de pieles de animales cosidas sobre soportes de madera y brillaba a la luz de una hoguera cercana a causa de las grasas que la cubrían para hacer correr el agua e impedir que ésta entrara.

En la puerta no había guardias, pero los elfos hicieron esperar a los aventureros en la puerta mientras uno se adentraba en la tienda.

Mientras esperaban, pudieron observar cómo los habitantes del campamento hacían sus tareas nocturnas antes de ir a dormir. No divisaron niños, pero si mujeres y hombres. Elfos, humanos y algún que otro enano y mediano poblaban el cúmulo de pequeñas tiendas, y cenaban cerca de las hogueras que se repartían por aquí i por allí. Casi todos vestían pantalones y jubón de cuero o túnicas, todos de colores muy parecidos, y quienes iban armados portaban espadas o dagas. Tan sólo los guardias parecían ir ataviados para pelear seriamente, con una cota de malla, casco, escudo, espada y arco, aunque sin ningún emblema que les destacara como pertenecientes a orden alguna.

Tras unos minutos de espera, los aventureros entraron en la tienda, dónde les esperaba la tan buscada Irelian.





La bella elfa que les esperaba en el interior no era lo que ellos esperaban, pues aunque en sus ojos se veía claramente la sabiduría de la edad, su cuerpo no reflejaba las marcas del paso del tiempo. Su indumenteria distaba mucho de parecerse a la del resto de los habitantes del campamento, puesto que estaba ataviada con finas sedas, algunas joyas de plata en pelo y brazos, y un imponente báculo ornamental con forma de garra sosteniendo un huevo azulado.

- Pasad y poneos cómodos por favor, sois mis invitados - Dijo cortesmente con una voz suave y melodiosa.

El interior de la tienda era sencillo pero confortable. Era más amplia de lo que aparentaba exteriormente, y todos tomaron asiento en unas mantas depositadas en el suelo para tal fin, agradeciendo la cortesía de su anfitriona.

Sin más preámbulos, los aventureros le contaron qué hacían ahí, y de parte de quien venían, a lo que Irelian les contestó que llevaba tiempo esperándolos, ya que ella también tenía que saldar una deuda con la dragona, y para saldarla tenía que encargarles el conseguir ciertos objetos, así como enseñarles a hacer un ritual.

- En primer lugar debemos consagrar el medallón, para lo que necesitaremos una flor de viento que nacen en un desfiladero al norte de la isla, polvo de cuerno de unicornio, unas gotas de sangre de mantícora, un ser vivo del tamaño de un niño al que poder sacrificar, y un cuenco santificado por Beshaba.

- Una vez que lo tengáis todo, debéis
ir a la cima del monte Pennax, donde se dice que habita una manada de horribles bestias, hacer el ritual que yo os enseñaré y leer lo escrito en un altar situado en el interior de la cueva que encontraréis en la cima de dicho monte.

- Por último, debéis conseguir un medio para llevar el medallón a las ruinas de la antigua Netheril, en el desierto.

Capítulo 2 - IV

La noche cayó sobre los aventureros mientras aún caminaban en busca de su objetivo.

Una vez que dejaban atrás uno de los comunes pequeños bosquecillos de la zona que poblaban la llanura, divisaron un fuego un poco más lejos. Decidieron que lo más prudente sería que Mchagis el druida, Kraegger el bárbaro y Gennal el explorador, se mantuvieran vigilantes en la distancia y atentos a cualquier problema, mientras Pesk se acercaba para comprobar quienes eran exactamente las formas que divisaban alrededor de la hoguera.

Pesk que acercó con paso firme, seguro y tranquilo hasta encontrarse en el campamento, en el que se adentró con un afectuoso saludo, pues sólo se trataba de un grupo de amistosos viajeros. Éstos le contaron que se encaminaban a la boda de un familiar en la ciudad y que estaban haciendo un alto en el camino para descansar y llegar por la mañana a las murallas, las cuales podrían atravesar sin mayores complicaciones gracias a las invitaciones de boda que poseían. Además, le invitaron a cenar y a pasar la noche al calor de su hoguera si eso le placía, pero Pesk rechazó ésta invitación y volvió con sus compañeros.

El paladín explico la situación al resto de aventureros y, aunque Kraegger dió la idea de atacarles y quedarse con sus invitaciones para colarse en la ciudad, el resto rehusaron siqueira la idea de robarles por parecerles una completa barbaridad al tratarse de una familia indefensa.

Así pues, continuaron su viaje hacia el sudeste, hasta llegar a un bosque mayor que lo anteriores, en cuyo interior brillaban como lucérnagas, varias luces.
Al acercarse, no tardaron en encontrarse con una patrulla de elfos y humanos, a quienes dijeron que iban en busca de Irelian, y ellos les condujeron hasta su tienda con la única condición de que antes de entrar al campamento debían dejar todas sus armas, y así fué.

jueves, 11 de agosto de 2011

Capítulo 2 - III

Tras mucho debetir llegaron a un acuerdo, tratarían de hablar con la panadera puesto que era la más cercana.
Caminaron entre la multitud hasta llegar a las puertas de la ciudad, donde había habido un cambio de cuardia, pero el capitán continuaba siendo el mismo. Debía ser importante para estar tantas horas ahí de pié, o bien estar muy preocupado por su trabajo y tener una gran devoción a la ciudad.

Se acercaron a éste y Pesk habló:

- Querríamos entrar a hablar con Irelian la panadera. -¿No quería que le concretaran con quien iban a hablar? Pues ahí tenía algo concreto-

- ¿De verdad esperáis que os deje pasar para hablar con una supuesta panadera? Buscaos la vida, gritadle desde las puertas si quereis, pero no pasaréis.

En la cara de los héroes el enfado y la indignación era más que palpable pero, el siempre imprevisible druida tuvo una idea. Se acercó al rastrillo de la puerta y llamó a voces a un grupo de chiquillos que jugaban cerca.

- Eh, eh, si vais a traerme a Irelian la panadera, os daré un regalo - Prometió el inocente druida -

- ¡No queremos un regalo! ¡Queremos oro! - Respondió el que parecía el "cabecilla" de los renacuajos -

- ¿Oro? Os doy una moneda de plata como muchísimo.

- Una de plata a cada uno o no vamos a ningun sitio.

- .....vale, una de plata a cada uno....

Aceptado el trato, los niños salieron corriendo y los héroes se miraron entre sí mientras comentaban lo cara que les estaba saliendo esta misión que realizaban para la maldita dragona. Pero romper su juramento....ya era tarde, debían seguir adelante.

Al cabo de un rato, los niños volvieron con una muchacha, algo feucha, humana, no mayor de 19 años. Recibieron su recompensa y siguieron jugando mientras Gennal hablabla con la panadera.

- Buenas, ¿eres Irelian la panadera?

- Sí, ¿en que puedo serviros?

- ¿Conoces a una anciana llamada Azyna?

- No, para nada. ¿Algo más?

- No gracias, nos has sido de gran ayuda...

Tras esta nueva decepción en su búsqueda, decidieron que mejor probarían suerte fuera de la ciudad, en el campamento extraño del que les habían hablado, al sudeste de la ciudad. Pero antes debían comprar víveres y agua.
Cuando preguntaron a los tenderos, a éstos sólo les faltó sacarles un cuchillo. Las raciones de viaje tanto de comida como de bebida eran prohibitivas y ellos se estaban quedando ya sin dinero, y no podían permitirse desenbolsos de oro para tan solo unos pocos dias de viaje.
Así pues, compraron odres y sacos vacíos, los llenaron con agua de mar y comida en mal estado que encontraron por las calles y el druida se encargó de purificarla, consiguiendo así alimento bastante como para poder abandonar la ciudad en busca del campamento en que esperaban que estuviera esa maldita mujer a quien debían dar el medallón.

Así pues, tres horas despues de hablar con la panadera y un par de horas antes del anochecer, partieron de Caercornwell en dirección sudeste.

lunes, 8 de agosto de 2011

Capítulo 2 - II

Pesk y el druida decidieron probar suerte por separado, mientras que Gennal, fue a una tercera posada, acompañado por el bárbaro semiorco.

Como era de esperar, Pesk encontró la posada "La Perra Jodía" llena a rebosar. No cabía un alma, y le costó muchísimo llegar a la barra, donde se acercó a un enano.

- Una jarra de cerveza posadero!! -Gritó repetidas veces hasta lograr hacerse oir.

- Aquí tiene, son dos monedas de plata

El precio, totalmente desorbitado, cogió por sorpresa al paladín, quien pagó sin rechistar y entabló conversación con el enano. Tras un rato de charla, no logró conseguir información interesante sobre la elfa que buscaba, pero al menso averiguó que prácticamente todo el mundo que abarrotaba las posadas eran refugiados y, que si alguien conocía a esa tal Irelian, debía ser Gween, el elfo que tocaba el laud en la posada.

Pesk compró una copa de carísimo, al menos para su baja calidad, vino elfo y se lo llevó al tal Gween. Tras una amigable conversación, sólo consiguió que el joven y alegre elfo le hablara de Liriel la panadera.

El resto de héroes, recorrieron las otras posadas con menor fortuna que el paladín, consiguiendo tan solo gastar bastante más plata de la esperada en unas bebidas de baja calidad. Al menos tenían claro que tantísima demanda había inflado de manera inconmensurable los precios de todo en la zona portuaria. Gennal tuvo sólo un poco más de suerte que sus compañeros, consiguiendo saber que una de las damas de confianza de la princesa, hija del rey Tristán Kendrik, se llamaba Liriel, pero como llegar hasta ella planteaba un reto más que importante, porque no sólo vivía dentro de la ciudad a la que no tenían acceso, sino que concretamente su residencia se encontraba en la zona rica, a la que sólo unos pocos tenían permiso para entrar. Además, averiguó que había varios pequeños campamentos apostados cerca de la ciudad, concretamente uno bastante extraño por la diversidad de razas que lo componía, al sudeste.

Cuando vieron que no podían recaudar más información, fueron a reunirse. Al abandonar la posada, una pequeña mano se posó en el hombro de Pesk:

- Perdona, - le habló una voz chillona y molesta - he oido que necesitas entrar a la ciudad a buscar a alguien. Yo tengo un medio, si estás dispuesto a trabajar para conseguirlo. Si te interesa, dile al posadero que me busque, soy "Meñique".

Sin dejar hablar al paladín, el pequeño hombre con cara de rata se perdió entre la multitud de la posada desapareciendo por completo en un abrir y cerrar de ojos.

Una hora y media después de haberse separado, los héroes se reencontraron en el lugar acordado, e intercambiaron la escasa información de que disponían.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Capítulo 2 - I

La larga y tediosa espera terminó un día triste, gris y plomizo. Finalmente el barco de los heroes logró atracar en el atestado puerto de Caer Cornwell.
La imagen que les recibió era estremecedora. La gente se atestaba en las calles sucias y apestosas. No era dificil darse cuenta de que prácticamente todo eran refugiados que buscaban la protección de las murallas de la gran ciudad.

Abriéndose paso entre la multitud, llegaron hasta las puertas que daban acceso a la ciudad, y vieron como éstas estaban franqueadas por un grupo de guardias y tenían el rastrillo bajado. Nadie entraba.

- Perdonad, ¿está cerrado el acceso a la ciudad? -Preguntó Gennal al capitán de la guardia de la puerta.

- Sí, hemos sobrepasado el límite de refugiados y no se permite la entrada a nadie más en la ciudad. Apartaos de las puertas, por favor. -Contestó secamente éste.

- ¿Y no hay ningún medio....?

- No, y ahora dejadnos. -La respuesta fué tajante y la mirada dura del capitán no dejaba lugar a la discursión.

- Pero debemos entregar algo dentro de la ciudad -Añadió Pesk

- ¿No lo he dejado lo bastante claro? A menos que se traten de asuntos oficiales de alguien importante, olvidáos de hacerlo hasta que las cosas se normalicen.

- ¿Conoceis a Azyna? ¿O a Irelian quizá? Es a quien debemos entregar nuestro paquete -Insistió inutilmente Gennal.

- ¿Tengo pinta de conocer a todo el mundo en esta ciudad? Esos nombres no son para nada importantes. ¡¡Largaos de una vez!!

Habiendo quedado bastante claro que no iban a conseguir nada hablando con la guardia de la ciudad, y dándose cuenta de que no tenían la suficiente información sobre dónde se encontraba su objetivo, los héroes decidieron separarse e ir a diferentes posadas para tratar de averiguar algo que les fuera de utilidad.